viernes, 14 de agosto de 2009

HAY QUE DEJARSE AYUDAR


Yo soy de las que me gusta ayudar, me gusta escuchar a mis amigos, dar consejos, hacerme un tiempo para darles una mano en lo que necesiten, pero era muy dura para dejarme ayudar, porque pedir ayuda significaba abrirme y decirle al otro lo que me estaba faltando, era reconocer que estaba mal por algo y que no podía resolverlo sola. Me gustaba mucho tener la imagen de la que siempre está bien.
En el tratamiento lo primero que te enseñan es a pedir ayuda, todo está organizado para que el grupo la preste y la reciba, sin embargo es una de las lecciones que más cuesta poner en práctica. Escribir una carta y hacer una llamada pidiendo ayuda puede tomarte meses.
Antes yo sentía mucho placer ayudando, y hasta ahora es gratificante saber que pudiste hacer feliz a alguien, pero también ahora siento un enorme bienestar cuando me dejo ayudar, porque me sincero y me ayudan a ver otros puntos de vista, me saco la angustia y al poner en palabras lo que me pasa, los problemas de achican, como si teniéndolos en la cabeza fueran más grande de lo que son, pero también la persona que te ayuda se beneficia, porque se siente útil. Me doy cuenta como dejándome ayudar, he mejorado mi relación con mis amigos más cercanos, porque es un ida y vuelta, a veces ellos necesitan de mis palabras, y a veces yo de la de ellos, nos mostramos como somos, perfectos e imperfectos, generosos y mezquinos, sabios y tontos.
Creo que antes no pedía ayuda porque me daba vergüenza mostrar mis debilidades, mis carencias, mis partes feas. La vergüenza es un sentimiento terrible, nos encierra en nosotros mismos y no te deja compartir con el resto lo que te pasa, y cuando te abres, te das cuenta que a casi todos les pasa lo mismo que a ti, que todos también han sentido miedo de hacer las cosas mal, miedo de perder a alguien, miedo de fracasar, miedo de seguir, que todos nos hemos sentido tontos, inútiles, abandonados. Cuando te abres y conversas de alma a alma con otro, aprendes sobre ti mismo y sobre las experiencias ajenas, que pueden serte muy útiles para crecer o salir del atolladero dónde estás.
Para las personas con adicciones, con anorexia o bulimia, dejarse ayudar es avanzar en la mitad de su curación, por eso escapamos tanto a recibir ayuda, porque seguimos pensando que a nuestra manera nos las arreglamos, tenemos miedo de desnudarnos, de decir nuestra verdad, y sobretodo tenemos miedo de soltar nuestra enfermedad que es la que nos mantiene protegidos del mundo.
Pedir ayuda es un ejercicio que se aprende y una herramienta que usada en el momento justo, puede salvar nuestra vida.
Yo me siento curada de mi anorexia y bulimia, pero siempre estoy atenta, es como mi talón de Aquiles, y ya varias veces me he salvado de recaer usando el mejor recurso que tengo para vivir feliz: la ayuda sincera de la gente que me quiere.
A veces creemos que nadie nos quiere ayudar, que no le importamos a nadie, eso es falso, lo que pasa es que no sabemos pedir ayuda y lo que es peor, no la queremos recibir y alejamos de nosotros a los que se nos acercan con esas intenciones.