miércoles, 27 de agosto de 2008

Mi paso por la adolescencia

Antes que nada, quiero hacer una breve introducción. Lo que me une a este proyecto es, primero que todo, la amistad profunda que me une con Vero desde nuestra infancia y adolescencia, y con Vane desde nuestros años de estudios de cine, que me generó un deseo de hacer algo en conjunto. Algo que nos colmara nuestras ganas de hacer algo juntas, algo que pudiera ser útil para los demás, y algo en que pudiéramos desarrollar nuestra búsqueda artística.

Con esfuerzo y tiempo –y desconocimiento- comenzamos a reunirnos y a escuchar a Vane, que nos contaba su experiencia con la enfermedad y sus ganas de hacer algo. Esa semilla fue alimentándose con las nuestras; se fueron uniendo familia, amigos, profesionales, gente con mucha generosidad y pasión que sin interés alguno más que el de colaborar, fue sumando energía e ideas. Y dándonos fuerza para seguir adelante e intentar lograr esta campaña de prevención, que paso a paso está germinando.


En mí, la bulimia pasó por al lado y me acompañó durante varios años de mi vida, sin saberlo. Cuando empecé a interiorizarme sobre la enfermedad, a raíz de este proyecto, me dí cuenta de que durante mi adolescencia y post-adolescencia mi obsesión por bajar de peso y mi complejo con mi imagen eran síntomas de la bulimia. Todos los que hemos pasado por la adolescencia sabemos lo difícil que es esa etapa. Pero también sabemos que estos problemas superan las franjas etarias y sociales. Entonces, hay que tener los ojos bien abiertos. A mí me costó mucho –y aún me cuesta- aceptarme. No es nada fácil. Pero con al menos saber que lo que uno toma como normal puede ser un síntoma de algo más grave –algo tan simple como estar obsesionado por el peso, por ejemplo-, se puede empezar a cambiar, a buscar una salida, a saber que mucha gente lo padece y que es grave, y hay que pedir ayuda. Como uno pueda.



Recuerdos (…que quisiera olvidar)
Tenía una sensación, siempre, de querer estallar y sacar para afuera muchos deseos, pero todo lo frenaba. Yo no era digna. No lo podía lograr. Fantaseaba con dirigir una obrita de teatro con mis compañeros, bailar como una loca en un boliche, hacerme la sexy frente a algún chico que me gustara, decir lo que yo pensaba. Todo eso y más cosas aún, me eran imposibles. Todo rondaba por mi cabeza y no salía de ahí.
Entonces, a la noche, cuando me iba a dormir, pensaba en todas las cosas que quería hacer y no me permitía –sin darme cuenta-, mientras comía las galletitas que había escondido debajo de mi almohada sin que mi mamá se diera cuenta.

La comida. Confesiones de una niña glotona.
Mis hermanos eran flacos. Siempre lo fueron. Yo era gordita y siempre mi madre me decía que me tenía que cuidar. Entonces, la comida era pecado. No podía repetir, no podía comer postres, ni golosinas. Obviamente yo lo hacía, pero a escondidas. Si pedía un plato más, al igual que mis hermanos, la mirada punzante de mi madre sobre mí me hacía sentir culpable, y eso hacía que comiera con más bronca aún. Casi atragantándome. Años más tarde entendí que ella lo hacía para ayudarme, aunque muchas veces los padres se equivocan teniendo las mejores intenciones.

En una época me compraba golosinas y alfajores, y los escondía en una lata grande, que revisaba todos los días y la olía, haciéndoseme agua la boca. Pero mi regla era que los comía una vez que la lata estuviera llena. El festín. Y al vaciarla, volvía a empezar la colección.

Ya de un poco más grande, recuerdo tener atracones golosineros entre un kiosco y otro. Me proponía comprar un chocolate en el primer kiosco que encontrara. Y sabía que en esa cuadra había más kioscos, entonces en cada kiosco, una golosina. Lo malo era que cuando volvía a casa, a la noche, pensaba con mucha culpa en todo lo que había devorado y lo mal que me sentía y me sentaba.

Tengo que empezar la dieta. Mañana empiezo. Así era lo que pasaba por mi cabeza cada noche. No exagero. Me torturaba, y lo peor es que no hacía nada por cambiar. Al contrario, más y más comía, a escondidas. Robaba comida de la heladera, de mi casa y de las casas de amigos de mis viejos, de las casas en las que me invitaban a quedarme, yo abría las heladeras y veía qué podía picar sin dejar rastros. Era un cóctel de adrenalina y culpabilidad que se ve que me daba goce de alguna forma y no podía dejar de hacerlo. Mi madre obviamente se daba cuenta de estas “desapariciones” y ya empezaba a generalizar, siempre era yo la que se había comido el ultimo bocado. Y a veces no era verdad… qué bronca. Ahí, entonces, cuando ella no se daba cuenta, yo volvía a atacar a la heladera. Y así me atacaba a mí. Pero de eso me dí cuenta más tarde.

Pía

martes, 26 de agosto de 2008

Una mirada sobre la enfermedad

Cuando surgió el proyecto y antes de empezar a escribir sentí que era necesario definir que era la anorexia y bulimia para mi. Cuando era chica había muchas compañeras que empezaban a jugar con la enfermedad. Claro que entonces no sabía que era una enfermedad y menos que menos que era mortal, pero no podía creer que alguien llegara a lastimarse tanto solo por querer estar flaco, por una apariencia. Era superficial. Ese concepto estuvo arraigado en mí durante mucho tiempo. Una noche, no hace muchos años, hablando con una amiga del alma sobre la enfermedad me dijo: “creo que es algo más complejo”, y de pronto una idea que me había acompañado durante tanto tiempo terminó por desmoronarse. Claro que era más complejo, ¿cómo no lo había pensado antes?. Yo también me había quedado del otro lado del espejo.
Contestar ahora qué significa la enfermedad no es nada sencillo, pero tiene mucho que ver con una carencia, un hueco enorme que se trata de esconder como sea... pero el hueco sigue ahí. Se intenta tapar con agua, pero el agua se filtra una y otra vez, y el pozo se hace más profundo. Parece ser un pozo sin fondo, donde estar flaco, es sólo el síntoma, el borde visible del pozo ciego. Adentro, en la oscuridad hay inseguridad, angustia, dependencia, falta de autoestima y mucho, mucho miedo. ¿Miedo a que? A ser rechazados, a que no nos miren, a que no nos quieran, miedo a tantas cosas. El miedo es tan devastador y tan incontrolable, hasta tan sutil, que se termina escondiendo detrás de un atracón, y después ataca la culpa, la tristeza, la depresión. Poco a poco uno se va sometiendo a un boicot constante y sistemático intentando cubrir ese vacío con algo que no lo va a poder llenar nunca, y que hace sentir todavía peor. El pozo se ensancha, se hace más difícil de atravesar y así uno se va debilitando cada vez más, tanto física como psicológicamente, mientras se diluyen las ganas de vivir.
Creo que hay motivos muy diversos y muy complejos por los que uno se enferma. Y es necesario ahondar para buscar con sumo cuidado y delicadeza el significado que la enfermedad tiene para cada persona en particular. Es necesario solicitar ayuda, porque el proceso es duro, y solo no se puede. Salir no es fácil. Pero se logra de a poquito, sacando fuerzas de acá y allá y sobre todo tomando conciencia de cómo nos lastimamos. Se daña el cuerpo porque algo dentro nuestro esta muy herido, pero aunque resiste como puede, los efectos de la mala nutrición, de dietas desequilibradas lo terminan desarmonizando, haciendo estragos en la salud, y lastimando más el alma.
Si nos animamos a tirar de la pequeña punta de la madeja para llegar al final de nuestras fisuras se puede, se puede salir, impidiendo que esas grietas terminen por quebrarnos. Así, a medida que nos descubrimos, desnudos ante nuestros miedos más profundos vamos eligiendo barro en vez de agua para cubrir el pozo. Poco a poco vamos reconociendo lo que queremos tapar, y al verlo, al ser conscientes y enfrentarlo, el miedo se hace tierra en nuestras manos, y el pozo tan oscuro e infinito se va haciendo más chico, más abarcable, una marca concreta en nuestro cuerpo, una prueba que hubo que atravesar.
Se puede, es difícil, pero se puede. Se puede construyendo una red de lazos que acompañen el proceso, que sean refugio. Se puede pidiendo ayuda, pero lo más importante de todo es elegir curarte, es elegir sanar, elegir quererte. De esa pequeña gran decisión va a depender todo, va a depender la vida.

Verónica

Y entonces Fluir...

Hay palabras con las que uno puede cerrar los ojos y volar. Vane la había encontrado: FLUIR. Esta palabra tan cortita y liviana simboliza todo lo que queremos transmitir en la campaña: esa luz que se empieza a vislumbrar cuando se decide asumir la enfermedad y el compromiso de sanar por un lado, y lo que va sucediendo a medida que uno se anima a vivir el proceso.
Cuando la resistencia a curarse se debilita y poco a poco vamos cortando los hilos que teníamos aferrados, se comienza a fluir. Entonces uno se suelta, y despacito comienza a percibirse, a creer en sí mismo, en la vida. Fluir nos remite a esos mundos posibles que surgen cuando uno se entrega y confía en la recuperación. Es en esos mil sueños que comienzan a decirse en voz alta a medida que uno se va sintiendo más libre, más entero. Al fluir acá dentro, poco a poco se empieza a diluir la resistencia que generamos cuando atentábamos contra nosotros mismos. Hay calma, mucha luz, paz. Hay agua transparente y limpia. Hay cielo que resbala a medida que avanzamos, mientras queda atrás el agua turbia y esas ramas espinosas de las que habíamos estado aferrados, sin saber por qué, lastimándonos enteros.
Elegir fluir es hacer un pacto invisible con uno mismo: darnos la oportunidad de ser felices, aunque al principio estemos descalzos, aunque al principio las piedras nos duelan como si tuviéramos todo el cuerpo en los pies, aunque al principio el agua este fría, y todo nos empuje a salir. Hay que ser valiente y zambullirse entero. Después del chapuzón estallamos: sentimos todo el aire atravesándonos como si respirásemos por primera vez: volvemos a nacer. El proceso en el que uno se embarca es lento pero sin retorno, como aprender a respirar, como aprender a confiar en uno, y en los que nos cobijan: se puede dudar, van a existir pequeñas y grandes resistencias, se va a sentir vértigo frente al cambio pero el curso, el camino ya está marcado. Es entonces, cuando nos animamos a dejarnos invadir por la vida, por el querer estar sanos, que logramos ser libres.

Verónica

sábado, 23 de agosto de 2008

Cuestión de tiempo

Cuando me dijeron en la clínica de rehabilitación argentina, que el tratamiento para curarme de la bulimia duraba cuatro años, yo me reí. No estaba dispuesta a “gastar” tanto tiempo allí. Tenía una vida esperándome en Perú. Yo había viajado para curarme, pero calculaba más o menos hacerlo en tres meses y regresar para seguir con mi carrera de actriz. No era muy consciente de que mi precaria salud física y mental había deteriorado mi carrera, en verdad ni pensaba en ello porque creía que mi trabajo y el éxito siempre estarían aguardándome hasta que resolviera mis conflictos existenciales.

Cuatro años era una eternidad, justamente había abandonado la universidad porque no podía quedarme muchos años en un mismo sitio…. y también porque mis metas cambiaban con tanta facilidad que no había proyecto a largo plazo que aguante. Trabajar en el teatro y el cine era diferente, a lo más, los proyectos duraban cuatro meses, vivía intensamente la ficción, compartía intensamente con la gente y luego todo acababa. Estaba acostumbrada a pensar y a vivir la vida a corto plazo.

Es natural que los jóvenes seamos más inconscientes y no reflexionemos sobre las consecuencias de nuestros actos, pero mi bulimia ayudaba mucho a acrecentar mi impulsividad e inconstancia. La bulimia es una enfermedad que te crea un comportamiento inestable y compulsivo con todas las cosas, no solo con la comida. Yo era inestable en todo, empezando por mi autoestima, un día me amaba y era la mejor de todas y el otro día merecía desaparecer de la tierra porque solo servía para estorbar y a veces ni para eso. Y era compulsiva, comiendo, trabajando, amando.
CUATRO AÑOS. Lo pensé un rato y acepté, total, me dije a mí misma que máximo en un año estaba fuera de ahí.

Y acá estoy, todavía en Buenos Aires. Pasaron los 4 años y tres más, terminé mi tratamiento y no fue estar estática en un mismo lugar, viajé como loca a mi pasado, me reencontré con situaciones dolorosas que ni recordaba pero que me hacían mal. Mientras ponía en salud mi cuerpo y mi mente, estudié la carrera de guión de cine y a pesar de que varias veces cansada de la presión y atemorizada de que las cosas me salieran mal, quise abandonar, no lo hice y al final me entregó el diploma mi marido, que todo el tiempo me apoyó. Aquella noche gloriosa en que vi los premios de mis esfuerzo, mi diploma, mi pareja y mi panza redonda donde crecía nuestro bebe.

Hacer algo contra la anorexia y bulimia, contar mi experiencia, era un deber para mí y con dos amigas amadas y mi mamá, empezamos este proyecto. Escribimos unos cortos sobre el tema y nos lanzamos a buscar a alguien que quiera financiarlo. Yo pensé que la cosa saldría en pocos meses y ya llevamos con Pía, Vero y mi mamá como dos años. Recién ahora empezamos a ver que las cosas comienzan a concretarse. Hay gente que me dice: hace mucho que estás con esto de los cortos contra la anorexia y bulimia, hace mucho que estás con esta campaña, ¿cuándo va a salir? ¿Saldrá?

Sí, contesto yo, está saliendo. Pero cada proyecto, cada meta, cada sueño tiene su tiempo de construcción, su proceso. No podemos querer que el embarazo dure dos meses, ni que una casa se construya en dos días, tampoco podemos pretender curarnos de una enfermedad grave en un verano. EL TIEMPO ES ALGO QUE NO PODEMOS CONTROLAR, SOLO TRANSITAR. Hay embarazos que se adelantan, se retrasan, hay casas prefabricadas, hay casas que nunca se terminan y quedan a medio hacer, abandonadas. Hay gente que se cura rápido, hay gente que nunca se cura. No podemos estar seguros de nada, solo nos queda TRANSITAR con fe y pasión el camino que elegimos. Y cuando llegamos a esa meta descubrimos que es el inicio de otra. Yo, que NUNCA duré más de 3 años ni en una casa, hoy pongo mi energía en mis sueños y no pienso en si tomaran mucho o poco tiempo en concretarse, pienso en que se concretaran y trato de controlar la mayor cantidad de variables pero la realidad también juega sus cartas y solo queda adaptarnos.

NO era la idea empezar esta campaña con un blog, el ideal era encontrar una empresa caritativa o una persona millonaria que quisieran unirse a la causa y poner el billete, pero no se dio así, a pesar de que buscamos. Así que Milton y Juanca se unieron y nos propusieron un plan B y seguro tienen plan C y D, porque creen en este proyecto. ABMENOS es un grano de arena y esperamos que la gente se motive, se sume y hagamos una playa donde podamos descansar, andar desnudos (o en ropa de baño si quieren) sin vergüenzas ni complejos porque nuestro cuerpo es un regalo. Este blog es un espejo de nuestros sentimientos, ideas y experiencias sobre la anorexia y bulimia.

Vanessa